El otro día me di cuenta de lo caras que son las cerezas. La verdad es que llevo años viéndolas en mi casa en grandes cestos y nunca me había parado a pensar que fuera una fruta casi sibarita.
Muchos son los domingos que hemos pasado mi familia y yo llenando cubos con cerezas, cogiéndolas del árbol con cuidado y pensando cómo dar salida a tanta cereza: este cubo para tu tía, este otro para tu abuela…
Y ahora me encuentro en temporada de cereza y en Madrid donde, en el mejor de los casos, el kilo está a 3,50. Y como soy adicta a esta fruta no pude resistirme y el otro día compré en el súper una bandeja. Primero, pasé más de media hora buscando una bandeja que tuviera unas cerezas con un color apetitoso (no un color rojo radiactivo) y, fundamentalmente, que no estuvieran mohosas, podridas o golpeadas…al final, cogí la bandeja que mejor pinta tenía y cuando llegué a casa, las lave y me senté en el sofá a tomarlas…la desilusión fue tal que juré que no las compraría más en el súper ¿Dónde estaba el sabor clásico de las cerezas? ¡Era agua amarga!
Menos mal que todavía quedan fruterías donde la fruta es fruta, y aunque me costó algo más de dinerillo el kilo de cereza, mereció la pena (Aunque las cerezas de corazón de Agramonte, La Almunia, siguen siendo las cerezas de Agramonte).
Y hablando de cerezas, de lo caras que son y de que hay que ahorrar para llegar a fin de mes. Os propongo aprovechar los rabos de las cerezas…si cómo lo oís ¡Qué la guarnición no tira nada!
Las propiedades medicinales de las cerezas son muchas, sabemos que son ricas en azúcares (facilitan la sensación de llenado), tienen vitaminas A, B y C, contienen mucha fibra vegetal soluble, que actúa como laxante suave.
Los rabillos se pueden obtener en tiendas de productos naturales pero nosotros utilizaremos los que nos hemos dejado después de comernos las cerezas.
Preparar la infusión es sencillísimo:
Dejamos remojar los rabillos de las cerezas en un litro de agua durante, más o menos, una noche. Al día siguiente los hervimos durante 5 minutos, dejamos enfriar (alrededor de 30 minutos) y filtramos.
No aguanta mucho por lo que es recomendable consumirla en dos o tres días, conservándola siempre en el frigorífico.