miércoles, 2 de febrero de 2011

La Retrogastronomía


 El mundo retro arrasa en el mundo de la moda, y si actualmente, lo más llevadero son los bolsos estilo cartera de las años 50. En el mundo de la gastronomía también volvemos a los sabores tradicionales del huerto a la olla.

El movimiento mundial Slow food nación en 1986 en la ciudad italiana de Bra, de la mano del periodista Carlo Petrini, en su afán de luchar contra la comida rápida. Actualmente, esta filosofía agrupa a más de 80.000 personas de 104 países dispersos por los cinco continentes.
 
En un mundo en el que la globalización está a la orden del día, y en el que el fast-food se ha establecido en la mayoría de nuestras casas, el movimiento contrario está empezando a florecer. Es necesario la vuelta a los orígenes y salvar aquellos productores que desaparecen por la escasa rentabilidad de sus producciones.

 Lo importante de este movimiento y lo que me parece más interesante es  presentar los alimentos no como un producto que se degusta sin más sino como un proceso de aprendizaje.
Aprendiendo a disfrutar de la diversidad de recetas y sabores, y sobre todo, a reconocer la variedad de los lugares de producción y los artificios respetando el ritmo de las estaciones.
Porque un vino es un producto elaborado marcado por el buen marqueting que llega hasta nuestro paladar tras pasar por una serie de pasos naturales, que normalmente no se valoran ni se conocen.
Ese vino ha sido cultivado  durante años por viticultores, y ese proceso hay que conocerlo para valorar.
El fast food nos ha hecho olvidar el sabor de las tradiciones, el sabor de lo cotidiano, el placer de lo cercano. ¿Por qué no comer un tomate de temporada cultivado con mimo en la huerta zaragozana? 

En España hay ya un buen número de empresarios hosteleros que se apuntan a este movimiento y abogan por difundir los productos cercanos, que prefieren la economía sostenible.

Para poder pasar a formar parte de la filosofía slow food los restaurantes deben cumplir una serie de requisitos: Adquirir directamente a tres productores, como mínimo, que se encuentren en un radio de 100 kilómetros del restaurante y en la carta ha de incluirse al menos cinco platos considerados Km 0. Un plato de esas características ha de contar con un 40 % de ingredientes adquiridos a los productores cercanos y el 60 % restante han de ser ecológicos o que estén incluidos del Arca del Gusto de Slow Food.


Con este proyecto se pretende contribuir a mantener el tejido económico agroalimentario local, a potenciar a los productores comprometidos con la biodiversidad y a defender la cocina de temporada.
Uno de los restaurantes que cuentan en Zaragoza con esta calificación es la Corza blanca.


Para más información:


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